lunes, 15 de agosto de 2011

LA SITUACIÓN ENUNCIATIVA DE LA ARGUMENTACIÓN

LA SITUACIÓN ENUNCIATIVA DE LA ARGUMENTACIÓN: La situación de enunciación del discurso argumentativo se caracteriza por la diferencia de puntos de vista o de posiciones que sostienen los protagonistas de ella –emisor y receptor– sobre el objeto o tema del discurso, que es un asunto polémico o susceptible de suscitar opiniones diversas. Se trata pues de una situación de encuentro y diálogo entre puntos de vista diferentes sobre los variados objetos que son materia de comunicación humana, que exige de las personas que intervienen en él exponer las razones que dan fundamento y validan su posición.

Tiene como finalidad convencer razonadamente o persuadir afectivamente a otros acerca de la validez de la posición que se sostiene y concitar su adhesión a ella o influir en los receptores para que modifiquen sus puntos de vista o asuman determinadas actitudes o comportamientos.

Dicha situación comunicativa se manifiesta en múltiples ocasiones de la vida de relación interpersonal. La encontramos con evidencia, por ejemplo, en los debates parlamentarios, en la discusión de una asamblea o reunión política o gremial, en la exposición de causas judiciales ante los tribunales, en espacios radiales o televisivos en que se plantean temas polémicos enfocados por personas que sostienen posiciones diferentes, a veces incluso antagónicos, sobre ellos.

De la misma manera, responden a situaciones argumentativas de comunicación los discursos que, en la forma de editoriales, artículos de crítica u opinión, cartas de los lectores, nos ofrecen los periódicos y revistas; como también, los textos que producen especialistas en materias específicas, por ejemplo científicos, filósofos, profesionales de distintas especialidades para exponer sus puntos de vista y/o debatir los de otros, o las teorías o proposiciones que otros han formulado.
Pero además de esas situaciones que corresponden más bien a la vida pública, el discurso argumentativo se hace presente con mucha frecuencia en la comunicación habitual entre las personas: una petición de permiso de los hijos a los padres para realizar una determinada actividad puede generar un intercambio de argumentos o razones y de contraargumentos si las posiciones que unos y otros sostienen son diferentes; los comentarios que se intercambian entre amigos acerca del resultado de una competencia deportiva, de la película que vieron, de un libro que han leído también dan ocasión de exponer puntos de vista distintos y de esgrimir las razones que dan fundamento a la posición que cada quien sostiene o defiende o las razones mediante las cuales se trata de anular la validez de la opinión que formulan los otros participantes en la discusión.

De la misma manera la argumentación se hace presente en los diálogos que entablamos con las personas que amamos a propósito de nuestros sentimientos, de los desacuerdos que se pueden haber producido en la relación, etc. y que exigen expresar tanto argumentos fundados en la razón como en la afectividad para convencer al otro, por ejemplo, sobre la sinceridad de nuestros sentimientos, sobre la intención o finalidad de una conducta o de palabras que hemos dicho, o para procurar llegar a acuerdos sobre proyectos en común, etc.

En ocasiones, en esas situaciones comunicativas de la vida cotidiana, la carencia de argumentos, la debilidad de ellos o el no saber exponer adecuadamente nuestras posiciones, nuestro pensamiento o sentir, o la negativa a considerar y comprender los de los otros puede conducir a graves problemas y conflictos de entendimiento, o a una incomunicación que afecta la vida de relación interpersonal, que imposibilita el diálogo y recluye a las personas en la soledad y el aislamiento o genera inhibiciones para exponer lo que se piensa.

De allí que la práctica del discurso argumentativo como medio de exponer nuestros puntos de vista con fundamento y de efectivo intercambio con los diferentes argumentos de otros, no sólo desarrolla nuestras competencias lingüísticas sino que favorece el desarrollo de actitudes de seguridad y confianza en nosotros mismos, de consideración y respeto por las posiciones o puntos de vista que sustentan otros, de capacidades para sostener y defender los nuestros, con fundamento y no de manera caprichosa o arbitraria y de aceptar modificarlos cuando los argumentos de los otros son efectivamente convincentes, así como de no dejarnos influir por ellos cuando responden a intenciones o posiciones que no compartimos.

A la variedad de situaciones de comunicación argumentativa que antes hemos señalado cabe agregar aquellas otras en las que el punto de vista del otro no está inmediata y realmente presente o, estándolo, no participa activamente en la situación, como acontece, por ejemplo, en una conferencia o exposición de un determinado tema en la que el enunciante formula y desarrolla su pensamiento, tesis o posición sin que quienes constituyen la audiencia manifiesten la suya.

Lo mismo acontece con editoriales y artículos periodísticos de opinión y crítica, o con trabajos escritos en los que el autor plantea su personal punto de vista entregando las razones o argumentos que le dan fundamento y validez. En todos esos casos, para que el discurso argumentativo sea eficaz en el logro de su finalidad que es convencer o persuadir al destinatario, el enunciante debe tener presente y considerar la posición del auditorio o lectores en la construcción de la argumentación que desarrolla en su discurso.

Es por ello que, en sus distintas manifestaciones, en la comunicación informal o formal, pública o privada, oral o escrita, inmediata o diferida o mediada, la situación de enunciación del discurso argumentativo tiene un carácter fundamentalmente dialógico. Esto incluso se da en la manifestación más íntima y personal del discurso argumentativo que es la del diálogo interno del ser humano consigo mismo en la que nos desdoblamos en emisor y receptor de discursos dichos a nosotros mismos que sostienen posiciones diversas, muchas veces opuestas y hasta contradictorias, procurando adquirir claridad sobre problemas o conflictos que nos aquejan o sopesar argumentos y razones que nos lleven a adoptar una decisión, a realizar una determinada acción, a modificar una conducta o a resolver alguna situación problemática.

Por el relieve que tiene en la sociedad contemporánea, se incorpora también en esta primera unidad la situación enunciativa argumentativa que produce la publicidad. Esta se caracteriza básicamente por la construcción de una argumentación que apelando a la razón, pero sobre todo seduciendo o persuadiendo a nivel emocional o de las expectativas del receptor, procura influir en él, en sus decisiones, convenciéndolo acerca de la conveniencia, provecho, beneficio que obtendrá con el producto publicitado o adhiriendo a la posición (política, ideológica, religiosa) que se proclama como deseable o rechazando otra que se descalifica o deroga.

La práctica de lectura de avisos y spots publicitarios, el reconocimiento de los elementos que constituyen su situación de enunciación y la percepción de los factores, motivaciones e intenciones mediante las cuales se procura alcanzar las finalidades de convencimiento, persuasión y seducción, es una práctica necesaria de desarrollar para manejarse con propiedad en un mundo como el actual en el que las personas están sometidas al constante asedio del poder de una publicidad que, con frecuencia, ejerce dominio sobre las conciencias, determina elecciones y decisiones e influye considerablemente sobre actitudes y comportamientos.
FUENTE: TEXTO DEL ESTUDIANTE LENGUAJE 2011, 3RO. MEDIO.

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